¿Sociedad en forma y psiquiatría en crisis? Si nos hacemos esta pregunta es, entre otras cosas, por el aumento exponencial del consumo de psicofármacos, al que la crisis económica actual no es ajena. También por la creciente psiquiatrización de la vida cotidiana en una búsqueda de un estado ideal posthumano (Exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona “Humanos” sobre el futuro de nuestra especie) al que nos llevaría la biotecnología, la experimentación genética, la nueva ingeniería biológica, que diseña una nueva prostética, y prepara un futuro de nuestra especie con capacidades físicas y mentales aumentadas. Una especie de mundo feliz huxleyano. Una buena parte de la sociedad ha llegado a creer que la tristeza y la ansiedad, que son sentimientos humanos normales, son estados imperfectos que ya no debemos experimentar, cuando no enfermedades a las que hay que tratar y que cuando cumplen determinadas condiciones arbitrariamente impuestas se consagran como trastornos mentales en controvertidas guías de clasificación psiquiátricas. Puede ser que parte de la industria farmacológica y la psiquiatría acrítica puedan tener alguna influencia en ello, pero no se puede descalificar a todos los profesionales de la psiquiatría que prescriben psicofármacos en el marco de una formación y una metodología cada vez más contrastada y exigente, ni desacreditar a los investigadores en neurociencias que trabajan en los laboratorios para hallar psicofármacos más eficaces y específicos en el tratamiento de los trastornos mentales.

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Son los valores dominantes de la sociedad los que la infantilizan como si tuviéramos que vivir en una especie de útero perpetuo que se adapta a una piel que no envejece nunca. Se olvida que aprendemos cuando nos equivocamos, que aprendemos de las pérdidas, y estos sentimientos humanos, incluso un cierto estado bajo de ánimo tienen un valor adaptativo, nos enseñan a aceptar la frustración, la incertidumbre, lo imprevisible, nos capacitan para afrontar el sufrimiento, nos proporcionan estrategias para superar las pérdidas.

Creíamos que la ciencia lo puede todo. Un artista con acromatopsia puede implantarse una antena en el cráneo para oír los colores que no puede ver, máquinas para ser otro usan la realidad virtual para hacernos sentir en el cuerpo de otra persona, una prótesis emocional traduce en dolor físico las bajas de soldados americanos en la guerra de Irak mediante un dispositivo de empatía. No se trata de correr, de ser el más rápido, se trata de saber a dónde vamos.

Pero hay que saber que la ansiedad patológica genera un importante sufrimiento y puede ser incapacitante como en la agorafobia y en la fobia social o en el TOC. También que la depresión mayor además puede llevar al suicidio y que la esquizofrenia puede ser una enfermedad devastadora.

Aunque hoy en día seguimos sin conocer con certeza las causas de los trastornos mentales graves sabemos que la terapia psicofarmacológica interviene de manera importante y crucial en el tratamiento de la esquizofrenia, la depresión, el trastorno bipolar y otros trastornos, pero no de forma exclusiva. Las terapias cognitivo conductuales y los abordajes psicosociales en los dispositivos asistenciales de una psiquiatría comunitaria desarrollada contribuyen a un tratamiento integral del paciente. Los avances de la neurociencia cognitiva han permitido conocer más profundamente la capacidad de neurogénesis y plasticidad neuronal del cerebro hasta el final de la vida en respuesta a condicionantes genéticos y ambientales. La eficacia de los tratamientos psicosociales se fundamenta en la neurociencia cognitiva que proporciona modelos que permiten adquirir y consolidar nuevos estrategias de cognición y comportamiento frente a la disfunción que provocan los trastornos mentales.

Los trastornos mentales tienen un sustrato biológico cerebral. La mente es un constructo emergente del cerebro y la enfermedad mental es el resultado de factores genéticos y epigenéticos ( no solo se trata de considerar la expresión de los genes sino como se modifica esta por factores ambientales, revertir el silenciamiento de genes en el Síndrome de Rett que permite producir niveles normales de proteína MeCP2 y evitar autismo en ratones), relacionados con el neurodesarrollo, el aprendizaje temprano, con las experiencias vitales, acontecimientos vitales estresantes y el contexto sociocultural. Por ello el tratamiento debe sr integral.

El tratamiento psicofarmacológico ha permitido dignificar la atención del paciente psiquiátrico, proporcionarle mayor libertad y autonomía, hacerlo más accesible a la psicoterapia y a medidas que persiguen su rehabilitación psicosocial; también ha contribuido en gran manera a la desinstitucionalización que propició la reforma psiquiátrica de la que se cumplen ahora 30 años. Los abusos que han podido producirse no pueden empañar su efectividad, todavía limitada, ni su papel en la prevención de recaídas y hospitalizaciones, en la prevención del suicidio.

Es evidente que no hemos avanzado lo suficiente porque los dispositivos en salud mental dentro del marco de la psiquiatría comunitaria no se han desarrollado como sería deseable ni de la misma manera en todas las comunidades ni se han dotado económicamente. Con frecuencia las familias se ven desbordadas por la falta de recursos. Existen situaciones de injusticia social y marginalidad en las que el paciente psiquiátrico es más vulnerable y hay una alta prevalencia de trastornos psiquiátricos en la población penitenciaria, lo que indica que los dispositivos de salud mental deben potenciarse, pero también y sobre todo los recursos sociales.

Parece desproporcionado en este contexto desacreditar el tratamiento psicofarmacológico y demonizar a la industria farmacéutica dejando a un lado los factores psicosociales en la contribución a la cronicidad de los trastornos mentales. Esto no es obstáculo para hacer autocrítica, para debatir sobre nuestra práctica y el futuro de nuestra profesión, para establecer protocolos más rigurosos en el abordaje integral de los trastornos mentales, teniendo siempre presente el derecho y la dignidad de nuestros pacientes.

 

 

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